El momento crítico de un asalto, estar bajo coerción, me encamina a una reflexión en torno a una serie de recomendaciones sobre el comportamiento y las decisiones a considerar.
Un hábito cotidiano me estimula la mente: es la lectura de
las noticias en Internet o la prensa tradicional. En realidad, no siempre me
agrada lo que encuentro, ya que el tono amarillista empleado es el más usual.
No obstante, se destacan medios y periodistas que leo con interés, ya que yo siento
una tenaz atracción, inevitable necesidad de estar informado, de lo contrario
sería como entrar en mi dojo con las piernas enyesadas.
Por otra parte, desde hace años, en temas de inseguridad,
violencia, corrupción e impunidad, el carácter repetitivo “déjà vu” halla cerca de un 50% de la actualidad local. En particular,
me refiero a las noticias que reportan delitos ocurridos, como: asalto, robo,
violación, levantón. Un ejemplo: “… el transeúnte se negó entregar sus
pertenencias… los asaltantes respondieron con violencia… la víctima no
sobrevivió a sus heridas…”. Al enterarme de semejantes casos occisos en
reacción a un asalto, a una agresión, la molestia y el coraje vuelven a
circular en mis venas. ¿Sería a causa de todo el peso de mi experiencia? La
función de protector (guardaespaldas) no lo explica, la vocación para
intervenir sí tiene que ver. Es el estimulo principal que justifica mi
indignación ante la violencia feroz y gratuita ─en oposición a la violencia
contenida, la que se puede emplear para sobrevivir.
Al vivir el momento bajo
coerción, conociendo el costo para la víctima, es preponderante tener claro
en la mente cuáles son las opciones para minimizar el riesgo y evitar perder
todo: la vida.
Perder la vida, sí lo es todo; lo material no es esencial. Estar
bajo coerción se refiere a estar
amenazado en forma explícita, sin lugar a un mal entendido. En lo que respecta
la víctima, ella debe ser consciente de este momento decisivo, ya que la respuesta
que tome pueda resolver o agravar la situación.
Momento crítico
Análisis, monitoreo, conteo, estadísticas, aproximaciones,
valoración, suman herramientas que apenas alcanzan a pintar el lienzo de la
prevención de riesgos y del delito. Entonces, por parte de la autoridad o de
los organismos estadísticos, la obtención de símil información para entender cuál
es la tendencia de las reacciones y acciones defensivas a favor o no de la
víctima cuando se encuentra bajo coerción, queda un imaginario de evaluación, inexistente.
¿Dónde está la respuesta acerca de las probabilidades sobre las soluciones y su
efectividad para sobrevivir en situaciones de crisis bajo coerción? Delgado y efímero, tal se define el hilo de la vida,
este espacio coercitivo, momento que inicia el proceso de cambio radical entre ser
libre y ser la víctima de una amenaza física, real, actual e injusta. En la
escala del tiempo, este momento es impredecible, es posterior a la prevención
fallida, posterior a una posible detección si bien existe esta percepción por
parte de la persona expuesta a una agresión.
Para el ciudadano común, encontrarse bajo coerción representa
la mayor expresión de la violencia, a proporción guardada con el tipo de
exposición y quien se identifica como la víctima. Es una situación que genera
un estrés máximo. De inmediato, es enfrentarse con sus miedos: la pérdida, la
muerte. El tiempo es el medidor, a favor de la víctima. Esta medición permite
percibir el ojo del huracán: el momento bajo coerción, cuyo agresor usa la amenaza
como el medio para cumplir con sus fines delictivas: la fuerza verbal,
psicológica y la física.
La coerción reprime, sujeta, amenaza, previo a una acción violenta,
como cruzar la pared del ojo (del
huracán) que se materializa por una agresión física, dolorosa, violenta, incluso
letal. Cuando nos referimos a un asalto a transeúnte a mano armada, este
momento del “ojo del huracán” puede ser por sólo fracciones de segundos, o extenderse
por periodos largos en caso de ser retenido (violación, secuestro).
Recomendaciones para
tomar la decisión puntual
El sistema de defensa personal responde a la necesidad de
actuar para sobrevivir a cualquier tipo de agresión. Sin embargo, como se
describe en los párrafos anteriores, la percepción del momento bajo coerción evita cometer errores. Por
cierto, el momento idóneo para ello siempre varía según el contexto, cada
situación coercitiva es única y, por lo tanto, se requiere estar muy atento y mostrar
bastante control sobre su comportamiento ─no verbal: postura, gestos, mirada─ y
verbal ─qué, cuándo y cómo decir las cosas.
A raíz de lo anterior, en este momento bajo coerción, son posibles dos respuestas frente a los agresores.
La víctima debe saber cuál escoger, ya que no se puede apostar a que si va o no
presentarse una segunda oportunidad. Cabe hacer énfasis en que ninguna de las
acciones tomadas tiene que ver con hazañas. El desapego material y la
abnegación permiten el buen manejo de la crisis. Debe ser el fruto de la
inteligencia: la conciencia.
Sólo hay dos opciones
de acción a considerar.
1. La primera acción a tomar, se
recomienda por ser la más conservadora: no oponer resistencia y acatar la
solicitud del o los agresores.
2. La segunda alternativa requiere estar
preparado para defenderse con suficiente destreza y eficacia. Se toma la
decisión de repelar la demanda mediante el empleo de ciertos conocimientos de
defensa personal –lo remito al artículo ¿Qué es la defensa personal?
Subrayo que en dicho momento
coercitivo, es primordial no confundir reacción con acción.
Cabe mencionar que el factor
suerte, en la adversidad de la situación, no puede ser el motor de la decisión.
Es algo irracional e impredecible. Puede ocurrir o no. Haber tenido suerte se
corrobora como tal, únicamente a posteriori.
Con mayor énfasis sobre la temática, aconsejo
que la evaluación previa a la respuesta de defensa sea cualitativa y puntual
para evitar acciones contraproducentes que pudieran ocasionar en la víctima mayores
lesiones o la pérdida de la vida. Ante una mano armada o varios agresores
determinados, la lectura de la situación de peligro debe condicionar la
decisión que favorecerá la primera opción. La mezcla de ambas decisiones, primero
entregar sus pertenencias (o cuerpo en caso de violación) y luego cuando el
agresor se retira de la escena, tomar la decisión de interceptarlo o
perseguirlo para recuperar lo suyo, es un gran error, aun más cuando ello
responde a un impulso de frustración o de soberbia silvestre.
Definitivamente, no es recomendable
reaccionar sin medición de impulsos propios, post asalto ─el momento decisivo
que se define por estar bajo coerción
ya fue.
Sin embargo, existe una variante de esta segunda opción, la
que todo senpai (maestro marcial) adoptaría, casi instintiva, una fusión
entre reflejo y pensamiento, es esperar o captar la oportunidad exacta para
actuar. A veces requiere emplear ciertos engaños. Se basa sobre la táctica previa
la técnica, es aceptar cruzar la pared del ojo
del huracán, por ejemplo crear un escudo y utilizarlo. El senpai aguerrido sabe escuchar, percibir
o provocar al enemigo y así puede crear cierta ventaja y obtener el efecto
sorpresa ─táctica decisiva para desarmar al agresor amenazando con un arma de
fuego.
Al final, depende de
destrezas experimentadas, y por lo tanto es una decisión muy personal.
Existen otras situaciones bajo coerción de alto peligrosidad que los policías experimentan en
algunos casos de intervención que se califican en derecho: flagrancia. En este
caso, se entiende cuando el sujeto, presunto delincuente, se interpone a su
arresto con violencia, amenazando a la policía o a quien intervenga (civiles) ─los
Guardaespaldas suelen encontrarse en semejantes situaciones. La intervención
policiaca, fundamentalmente delicada, exige que los agentes policiacos estén
preparados, formados y entrenados en técnicas de detención, así mismo en el uso
moderado de la fuerza (defensa legítima) sin o con armas (BTR-21, PR-24,
tolete, esposas, armas de fuego). En caso contrario, me refiero a la
improvisación para intervenir, es frecuente que se comentan errores exponiendo
la integridad de las personas involucradas o espectadoras: los agentes policíacos,
el autor del delito mismo ─con el riesgo de que el agresor se convierta en una víctima─,
los civiles que se encuentran en el perímetro.
Vídeo de una tragedia más...
Principios de la defensa legítima
El libro El arte de
la protección enseña a su lector los diferentes conceptos defensivos. Entre
la información que se destaca sobre el tema, existe el “Principio de la defensa legítima”. La defensa legítima revela ser
el marco legal que arropa, aunque sea muy mal conocida o subjetivamente
interpretada. La defensa legítima aplica para todos. Es una clave primordial si
es que la víctima, al estar bajo coerción,
desea intervenir. Le comparto el esquema que lo materializa.
Epílogo
Reafirmo la metáfora del “shiai de la vida”, una forma personal y marcial de vivir y
controlar la violencia intrínseca y también ajena, fruto de experiencias de
pleitos, peleas y agresiones que han ocurrido en la calle y antros.
La violencia es viral para el ser humano, y me atrevo a
decir que el predador humano exacerbe en ella su lado oscuro, agresivo,
salvaje, silvestre, cruel, feroz, injusto. Existen destinos, caminos en la vida
que llevan a los hombres a medir y controlar su propia agresividad. Aquellos
generan un beneficio para sus prójimos y para la sociedad. Son los verdaderos guerreros de la paz.
¿Cómo es esto?
Pecados y potenciadores a la vez, la ira y la soberbia
nutren la violencia. Pueden ser claves para lograr defenderse de cualquiera
agresión intencionada. Crean un aliado intrínseco que al paso del tiempo de las
edades logra ser escondido y totalmente controlado. Al contrario, cuando no se
controla estas fuerzas identificadas como: la cólera y el coraje, el exceso de
valorización del Yo y la frustración, se vuelven peligrosas para su dueño
mismo, y no permiten resolver bien las acciones defensivas. Ciertamente,
generan efectos opuestos. Por otro lado, son fuerzas que inhabilitan el miedo
que se pude sentir.
Desde un principio y de manera progresiva a lo largo de
varios años de práctica de algún arte marcial tradicional (el Karate por
ejemplo) el aprendiz evoluciona, se trasciende, mejora su propio equilibrio a
fin de realizar una cadena de varios eslabones interconectados: su físico, su psique,
la táctica, la técnica, el derecho. No basta para crear eficiencia, el guerrero
debe incluir el control sobre su temperamento, mostrando una plena abnegación.
Utiliza la ira y no al revés. Resulta ser una fórmula exitosa, una vacuna
contra el virus de la violencia. En caso de encontrarse amenazado bajo coerción, es la solución del senpai cuando decida actuar: cuenta con una
baza y la eficacia.
DC, 23-04-14